Por Maru Ortega.- ¡Las vueltas que da la vida! Hace cuatro años Pedro Sanz basaba su campaña en decir “no tengo rival” y se vanagloriaba de que nadie conocía a quienes se presentaban contra él a la presidencia de La Rioja. Incluso se preguntaba por cómo era esa tal Concha Andreu a la que decía no conocer ni su voz, de no haberla escuchado nunca en el parlamento de La Rioja. Ayer, Concha Andreu ganó de forma incontestable las elecciones autonómicas, su voz retumba por todos los rincones de La Rioja y todo apunta a que será, pactos mediante, la futura presidenta del gobierno de La Rioja.
Concha Andreu llegó al PSOE en el peor momento del PSOE y se mantuvo firme cuando el PSOE casi deja de ser PSOE. Cogió las riendas del partido cuando nadie quería ni rozarlas y lo recondujo hasta lo que anoche ocurrió. Han tenido que pasar 24 años y otra vez ha tenido que ser un calagurritano, calagurritana en este caso, la que gane las elecciones para el partido socialista.
Hace poco menos de cuatro años se publicaba una encuesta en el que la calagurritana aparecía como la política mejor valorada. La nota la dejaba cerca, aunque un poco por debajo, del aprobado. La máxima inquietud de Andreu no era el haberse alzado con la mejor valoración; sino que aquella valoración era inferior al aprobado.
Aquella preocupación; tan distinta del político común al que sólo le hubiera importado ganar, tan #DeOtraManera; daba muestras de que Concha Andreu tenía algo diferente. Porque, para Concha Andreu, lo reseñable era no haber alcanzado una nota suficiente para los riojanos y, esa forma de ser, es la que anoche propició que ganara las elecciones y que esté cerca de convertirse en la primera presidenta de La Rioja. Porque se preocupa, porque se molesta, porque se inquieta y nunca tiene una mala palabra con nadie; porque siempre está dispuesta. No hay insultos, no hay artificios; sólo hechos y trabajo. Tan alejada del político que nos habían acostumbrado a ver y padecer; tan distante del político que merecimos y tan cerca del que necesitamos y al que debemos pugnar por merecer.